Del 19 al 25 de mayo se celebrará la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En este año, le lema ha sido tomado de Lucas 10, 27, “Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo” y, aplicado en el año de la oración por el jubileo 2025 resulta una particular oportunidad para rogar al Señor para la tan anhelada unidad de la Iglesia.
En Colombia y en algunos otros países del hemisferio sur, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra entre las Solemnidades de Pentecostés y de la Santísima Trinidad, razón por la cual no existe una fecha fija en el calendario civil; por el contrario, en el hemisferio norte se lleva a cabo, tradicionalmente, del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el periodo entre las fiestas de la “Cátedra de san Pedro” (que en aquel entonces se celebraba el 18 de enero) y la “conversión de san Pablo” (25 de enero).
El amor es el ‘ADN’ de la fe cristiana. Dios es Amor y “el amor de Cristo nos ha reunido en uno” . Nuestra identidad común se encuentra en la experiencia del amor de Dios (cf. Jn 3,16) y revelamos esa identidad al mundo en el modo en que nos amamos unos a otros (Jn 13,35). En el pasaje seleccionado para la Semana de oración por la unidad de los cristianos 2024 (Lc 10,25-37), Jesús reafirmó la enseñanza judía tradicional del Dt 6,5 2Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas”; y de Lv 19,18b “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Los cristianos están llamados a actuar como Cristo, amando como el Buen Samaritano, mostrando misericordia y compasión a los necesitados, independientemente de su identidad religiosa, étnica o social. Lo que nos impulsa a acudir en ayuda del otro no es lo que tengamos o no en común con él, sino el amor al “prójimo”. Sin embargo, esta visión del amor al prójimo que Jesús nos propone está de capa caída en el mundo de hoy. Las guerras en tantas regiones, los desequilibrios en las relaciones internacionales y las desigualdades generadas por los ajustes estructurales impuestos por las potencias occidentales u otros agentes externos inhiben nuestra capacidad de amar como Cristo. Los cristianos solo podemos convertirnos en prójimos, al estilo del buen samaritano en el Evangelio, aprendiendo a amarnos unos a otros independientemente de nuestras diferencias.
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