En un ambiente de profunda devoción y gozo espiritual, la comunidad arquidiocesana se congregó este domingo en la Catedral Metropolitana de la Sagrada Familia para celebrar la Solemnidad de Pentecostés. La Eucaristía fue presidida por el señor Arzobispo de Bucaramanga, Monseñor Ismael Rueda Sierra, en el marco de tres acontecimientos significativos: la fiesta litúrgica de Pentecostés, el Jubileo de los Movimientos Apostólicos, Asociaciones y Nuevas Comunidades, y el inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Durante su homilía, Monseñor Rueda Sierra destacó el don del Espíritu Santo como fuente de renovación, unidad y esperanza para la Iglesia y la humanidad. “Nos unimos a la Iglesia Universal para celebrar la venida del Espíritu Santo, y así actualizar su presencia vivificante en cada uno de nosotros, en nuestras comunidades y en el mundo”, expresó el Arzobispo.
La celebración coincidió con un momento clave del Año Jubilar que vive la Iglesia con el lema “Peregrinos de esperanza”, y fue ocasión propicia para recibir la gracia de la indulgencia plenaria, ofrecida a los fieles en este tiempo de especial misericordia. El señor Arzobispo recordó que este don jubilar es una oportunidad para la reconciliación, la sanación de heridas, y el restablecimiento de la unidad perdida con Dios, con los hermanos y con la creación.
Asimismo, subrayó la importancia de la unidad de los cristianos, al iniciar la tradicional Semana de Oración Ecuménica. “Que todos sean uno… para que el mundo crea”, citó de la oración sacerdotal de Jesús, invitando a vivir este tiempo con el mejor espíritu ecuménico, fiel al deseo profundo del Señor.
Monseñor Rueda Sierra también dirigió un mensaje especial a los movimientos apostólicos y nuevas comunidades, cuya misión eclesial fue exaltada en este día jubilar. Retomando la primera carta a los Corintios, explicó cómo la diversidad de carismas, ministerios y actividades en la Iglesia es obra del mismo Espíritu, que distribuye sus dones con sabiduría para edificación del Cuerpo de Cristo.
“La riqueza de los movimientos y nuevas comunidades es signo de la acción viva del Espíritu. Son expresión de un llamado a la conversión de relaciones, de procesos y vínculos, como nos invita el Sínodo. Es fundamental una formación permanente e integral para responder a los desafíos de la Iglesia y del mundo actual”, afirmó el Arzobispo.
En su mensaje final, el Pastor de la Iglesia arquidiocesana animó a todos los fieles a perseverar en la oración, el servicio y la comunión, reconociendo la variedad de dones que, unidos en un mismo Espíritu, fortalecen la misión evangelizadora de la Iglesia en medio de los desafíos contemporáneos.
La celebración concluyó con un llamado esperanzador: “Reconciliados con el Señor y con el don de la indulgencia plenaria, estamos llamados a sanar toda división y ser verdaderamente peregrinos de esperanza”.