La Misa Crismal y su importancia para la Iglesia

¡La Misa Crismal es como una hermosa sinfonía de oración, una maravilla de Dios! El Espíritu Santo es el director que está orquestando la gran obra de la unidad eclesial, el protagonista de la evangelización. Él armoniza a todos los integrantes que participan en la comunión y en la misión, cada uno en su estado propio:

  • lo hace por medio del ministerio del Obispo, que es su representante, imagen del único Señor que nos congrega en la unidad;
  • junto a él los presbíteros son hechos un único presbiterio, acompañados en el servicio por los diáconos (todos ellos son los ministros Ordenados);
  • además, están presentes los Consagrados que expresan una diversidad de carismas, provenientes todos de un mismo y solo Espíritu;
  • ellos, en su conjunto, provienen del pueblo santo de Dios («santo» porque participa de su efusión espiritual), los fieles que, desde el Bautismo, han sido ungidos por el Espíritu, fortalecidos por la Confirmación y nutridos por la Eucaristía.

Significado e importancia de esta celebración

La Misa Crismal tiene un gran significado e importancia pastoral en la vida de la Arquidiócesis, el obispo la celebra con su presbiterio, acompañado por los diáconos, en esta Misa es consagrado el Santo Crisma y son bendecidos los demás óleos (el de los enfermos y el de los catecúmenos), esta celebración es una gran manifestación de comunión. Para esta Misa se reúnen y concelebran en ella los presbíteros, quienes en la confección del crisma son testigos y cooperadores del Obispo (el único que lo puede consagrar), de cuya sagrada función participan, para la construcción del pueblo de Dios, su santificación y su conducción: entonces en este día se manifiesta claramente la unidad del sacerdocio y del sacrificio de Cristo, que se perpetúa en la Iglesia.

La principal manifestación de la Iglesia local tiene lugar cuando el Obispo, que es el gran sacerdote de su grey, celebra la Eucaristía sobre todo en la iglesia catedral, rodeado por su presbiterio y los ministros, con plena y activa participación de todo el pueblo santo de Dios. Esta Misa manifiesta tanto la unidad de la Iglesia local, como la diversidad de ministerios alrededor de la escucha de la Palabra y de la comunión con la Sagrada Eucaristía, todo esto presidido por el Obispo. Esta forma de celebrar la Misa, con amplia participación de ministros ordenados, de consagrados y de todo el pueblo fiel, es una de las mayores solemnidades del año litúrgico.

Bendición de los óleos y consagración del Crisma

El óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos son bendecidos, en cambio el óleo para el santo Crisma es consagrado:

  • Con el Santo Crisma, consagrado por el obispo (óleo preparado con perfume), se ungen los recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en su dedicación;
  • Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y disponen al Bautismo;
  • Con el óleo de los enfermos, estos reciben el alivio en su debilidad.

Cuidado y conservación de los santos óleos: El Crisma consagrado y los oleos bendecidos son confiados a los presbíteros, acompañados por sus comunidades, para ser usados, cuidados y conservados con respeto y veneración, de forma que la gracia divina, portadora de fuerza y de vida, fluya en el Pueblo de Dios. Las personas, los lugares y las cosas que serán signadas con ellos resplandecerán con la santidad de Dios.

Renovación de los compromisos sacerdotales

El obispo, considerado el gran sacerdote de su grey, exhorta a los presbíteros a permanecer fieles en su ministerio y los invita a renovar públicamente sus promesas sacerdotales; la asamblea, por su parte, es invitada a orar por sus sacerdotes y por el mismo obispo para que sean fieles a su ministerio en Cristo.

Bendición y revestimiento de las albas

Además, en nuestra Arquidiócesis, el obispo bendice las albas que los jóvenes del primer año del Seminario Mayor (Propedéutico) visten por primera vez, y en adelante, por amor a Jesucristo en las celebraciones, de manera que obtengan la gracia de cumplir más fielmente los compromisos bautismales en los comienzos de su proceso de discernimiento vocacional hacia el sacerdocio ministerial.

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